El restaurante se encuentra en Santiago de Compostela, en plena zona vieja, al lado de la Catedral, ofreciendo un entorno agradable y tranquilo.
Desde un principio la atención fue muy buena, con un camarero muy amable y atento llamado Alberto. Nos atendieron de forma excepcional, incluso teniendo en cuenta las restricciones alimentarias de algunos comensales.
Recomendaría probar las volandeiras, que estaban espectaculares, así como los langostinos rebozados y el arroz a banda. De postre, la tarta de manzana casera es una delicia que no te puedes perder.
La comida estuvo buena, con platos bien preparados y sabrosos. Aunque en algún caso se mencionó que un plato podría haber tenido un poco más de sal, en general la calidad de la comida fue destacada.
Sin duda alguna, recomendaría este restaurante a otras personas. La cena fue exquisita, la atención fue agradable y la ubicación céntrica lo hacen una excelente opción para disfrutar de la auténtica cocina mediterránea en Santiago de Compostela.